Tan simple como promesas que se rompen. Pedacito a pedacito, la confianza se va perdiendo, y yo ni me digno a recoger los trocitos del suelo, los miro de pie, llorando amargamente. Pienso "por qué", "por qué todo sale tan mal" y me martirizo. Entonces él, con una sonrisa que me abruma y atonta, me tiende una mano, diciéndome que aún queda esperanza.
...
Y tonta de mí, la tomo y me aferro a ella. No debiera, no señor. Debiera tomarla, levantarme y seguir mi camino, pues no puedo hacer que mi cuerpo se lance sobre él, que ya bastante lastre lleva encima. Y día a día prometo lindos finales, llenos de buenos y dulces días... y realmente creo en ellos.
- Entonces... ¿qué falla? Me pregunta, y yo me encojo de hombros y digo un leve "yo". Y no, hoy me doy cuenta que yo no soy la pieza que se ha roto y no encaja en su hendidura, simplemente he estado intentado entrar en todos los huecos vacíos, sin siquiera mirar cuál me correspondía en el puzzle.
Y ahora te digo que cuando por fín he encontrado mi hueco, me he deformado un poco y no entro del todo bien. Y los días que pasan me dicen que me apure, que tu corazón cada día golpea más fuerte tu pecho.
Me muevo con presteza, intentando encajar...
martes, 1 de febrero de 2011
Prometiendo el oro, me mataron al moro.
Publicado por L/ en 12:44jueves, 23 de diciembre de 2010
~A cambio de cerrar la ventana, cientos de puertas se abren.
Publicado por L/ en 23:33Volví a llorar en tu hombro, aferrándome a tu olor y a tus recuerdos. Sabía que no debía, pero el ansia de no querer soltar ese pedazo de tela me podía. El frío a causa de la ventana entreabierta no dejaba de golpear los cristales de mi tambaleante casa; y yo, con ánimo de acallar el estruendo, había decidido hundir la cabeza en tu pecho.
Pero heme aquí, escribiendo estas palabras que duramente salen de mi mente, que prácticamente se tropiezan al intentar convertirse en prosa, diciéndote por enésima vez que tienes razón. He perdido toda credibilidad, supongo. La esperanza tiene un límite, imagino.
Aunque, sin embargo, no pienso dar más pasos atrás ni pienso cubrir las ventanas con cortinas de miedo. Me he acercado a ella, aun cuando el viento ha sido fuerte y persistente, y la he cerrado, sin dudar.
Ahora, más calmada, hundo la mano en el bolsillo de un significativo abrigo al que he tomado cariño y... ahora todo tiene sentido. Esas dos palabras que necesitaba, ahora las encontraré siempre ahí, pese a que tu voz me falte o jadeé por la desesperación.
lunes, 20 de diciembre de 2010
~Sin fotos, maquillaje emborronado y sonrisas de pega.
Publicado por L/ en 23:59Te quiero. Recuerda estas palabras, grábalas en tu mente. Si alguna vez alguna de sus letras sale huyendo, toma aire y déjame formularlas para ti. Te quiero. He olvidado decirlo de otra manera, sale solo, me pide a gritos recordártelo cada minuto. Te quiero. Sin trampa ni cartón. Sin ropa recién comprada ni olor a perfume. Te quiero cuando traes la primera taza de café del día, y también cuando tus cansados ojos se despiden de mi frente con un cálido beso. Te quiero cuando me despiertas dulcemente, ya de madrugada, y me recuerdas, previo beso de despertar, que es hora de partir al frío y a la soledad. Por si se te olvida, o más bien por si no lo he dicho las veces suficientes, te quiero cuando esperas un gesto de ánimo, o cuando me lo das sin que lo espere. Te quiero cubierto de harina en la cocina, y también impoluto al salir de la ducha. Pero más importante que en las circunstancias en las que te quiero, te quiero sin mentiras en los tequieros, sin vacilar ni balbucear. Cuando cierro los ojos, serena, pienso igual que cuando me tiemblan las piernas por alguna de tus caricias inesperadas. Verás, quiero hacerlo simple: TE QUIERO.
sábado, 18 de diciembre de 2010
There he goes, straight trough my heart.
Publicado por L/ en 0:21Con la boca llena de dudas me suplica compañía. Qué se yo, nunca había querido cerrar la puerta e irme cuando aún no ha amanecido. Nunca había sentido esa necesidad constante de aporrear la puerta de su casa y lanzarme a sus brazos. No, creo que no lo recueda, pero estoy aquí. No, me retracto, no creo que aún sepa enseñarlo tal cual. Tenía que tirar toda mi ropa y salir a la calle vestida de mí... y eso me aterraba. Mis abrigos más cálidos apenas me resguardaban de una ligera brisa otoñal. Y llegó él, casi sin proponérselo, cubriéndome con su mejor chaqueta. Creo que la descosí por todas partes, pues tiré con fuerza de ella, con un tremendo miedo a que se volara con el viento. Y ahora, llenándome de heridas, zurzo todos los pequeños agujeritos del chaquetón, esperando que alguna vez él pueda verlo como nuevo.