jueves, 23 de diciembre de 2010

~A cambio de cerrar la ventana, cientos de puertas se abren.

Volví a llorar en tu hombro, aferrándome a tu olor y a tus recuerdos. Sabía que no debía, pero el ansia de no querer soltar ese pedazo de tela me podía. El frío a causa de la ventana entreabierta no dejaba de golpear los cristales de mi tambaleante casa; y yo, con ánimo de acallar el estruendo, había decidido hundir la cabeza en tu pecho.

 Pero heme aquí, escribiendo estas palabras que duramente salen de mi mente, que prácticamente se tropiezan al intentar convertirse en prosa, diciéndote por enésima vez que tienes razón. He perdido toda credibilidad, supongo. La esperanza tiene un límite, imagino.

 Aunque, sin embargo, no pienso dar más pasos atrás ni pienso cubrir las ventanas con cortinas de miedo. Me he acercado a ella, aun cuando el viento ha sido fuerte y persistente, y la he cerrado, sin dudar.

Ahora, más calmada, hundo la mano en el bolsillo de un significativo abrigo al que he tomado cariño y... ahora todo tiene sentido. Esas dos palabras que necesitaba, ahora las encontraré siempre ahí, pese a que tu voz me falte o jadeé por la desesperación.

"Te quiero, Leticia". - Y yo. Por encima de todo, del miedo y de la inseguridad.
Déjarme decirte, que estas lágrimas son de inmensa felicidad y de ese pequeño sentimiento que rara vez aparece en mi cabeza, tamborileando dulces canciones de paz y serenidad: tranquilidad.
Te quiero.

lunes, 20 de diciembre de 2010

~Sin fotos, maquillaje emborronado y sonrisas de pega.

Te quiero. Recuerda estas palabras, grábalas en tu mente. Si alguna vez alguna de sus letras sale huyendo, toma aire y déjame formularlas para ti. Te quiero. He olvidado decirlo de otra manera, sale solo, me pide a gritos recordártelo cada minuto. Te quiero. Sin trampa ni cartón. Sin ropa recién comprada ni olor a perfume. Te quiero cuando traes la primera taza de café del día, y también cuando tus cansados ojos se despiden de mi frente con un cálido beso. Te quiero cuando me despiertas dulcemente, ya de madrugada, y me recuerdas, previo beso de despertar, que es hora de partir al frío y a la soledad. Por si se te olvida, o más bien por si no lo he dicho las veces suficientes, te quiero cuando esperas un gesto de ánimo, o cuando me lo das sin que lo espere. Te quiero cubierto de harina en la cocina, y también impoluto al salir de la ducha. Pero más importante que en las circunstancias en las que te quiero, te quiero sin mentiras en los tequieros, sin vacilar ni balbucear. Cuando cierro los ojos, serena, pienso igual que cuando me tiemblan las piernas por alguna de tus caricias inesperadas. Verás, quiero hacerlo simple: TE QUIERO.

Y eso es algo que se mantiene con cada aliento,
con cada suspiro, con cada "buenas noches" y "buenos días".

sábado, 18 de diciembre de 2010

There he goes, straight trough my heart.

Con la boca llena de dudas me suplica compañía. Qué se yo, nunca había querido cerrar la puerta e irme cuando aún no ha amanecido. Nunca había sentido esa necesidad constante de aporrear la puerta de su casa y lanzarme a sus brazos. No, creo que no lo recueda, pero estoy aquí. No, me retracto, no creo que aún sepa enseñarlo tal cual. Tenía que tirar toda mi ropa y salir a la calle vestida de mí... y eso me aterraba. Mis abrigos más cálidos apenas me resguardaban de una ligera brisa otoñal. Y llegó él, casi sin proponérselo, cubriéndome con su mejor chaqueta. Creo que la descosí por todas partes, pues tiré con fuerza de ella, con un tremendo miedo a que se volara con el viento. Y ahora, llenándome de heridas, zurzo todos los pequeños agujeritos del chaquetón, esperando que alguna vez él pueda verlo como nuevo.

martes, 14 de diciembre de 2010

~Por soñar, soñaría sólo contigo.

Mientras él duerme contigo todo es perfecto. Le oyes respirar fuertemente, inhalando el aire alrededor de tu nariz. Sonríes. Abres un ojo esperando encontrarte con su cara. Helo ahí, en sueño profundo; sus labios se han abierto tímidamente para abarcar más aire, y ahora te parecen más apetecibles que nunca. Antes te hubieras lanzado a por ellos, mordiéndolos con pasión, pero ahora, por miedo a despertarlo, sólo alzas un dedo y lo pasas dulce y lentamente por su labio inferior. Pero las ganas te pueden, parece que lo haces con más fuerza de la esperada... y mueve un poco su cabeza.

...

Tu mente duda. Deseas desesperadamente besar aquellos labios que te pertenecen, pero también velas por su sueño y por su comfort. Optas finalmente por seguir acariciando ese suave pelo que cubre la cabeza de quien yace a tu lado.

Déjame preguntarte: ¿Ha valido la pena?
Sí, la vale. Vale cada segundo que pasas junto a ÉL. Vale la pena aguantar unas horitas sin besarle y demostrarle tu amor. Vale la pena porque AQUÉL que dormita junto a ti es la persona que sostendrá tu cabeza mientras duermas y hará de tu cabello un enredado lío, para después despertarte con una sonrisa dulcemente acompañada por un...

"buenos días, princesa".