jueves, 23 de diciembre de 2010

~A cambio de cerrar la ventana, cientos de puertas se abren.

Volví a llorar en tu hombro, aferrándome a tu olor y a tus recuerdos. Sabía que no debía, pero el ansia de no querer soltar ese pedazo de tela me podía. El frío a causa de la ventana entreabierta no dejaba de golpear los cristales de mi tambaleante casa; y yo, con ánimo de acallar el estruendo, había decidido hundir la cabeza en tu pecho.

 Pero heme aquí, escribiendo estas palabras que duramente salen de mi mente, que prácticamente se tropiezan al intentar convertirse en prosa, diciéndote por enésima vez que tienes razón. He perdido toda credibilidad, supongo. La esperanza tiene un límite, imagino.

 Aunque, sin embargo, no pienso dar más pasos atrás ni pienso cubrir las ventanas con cortinas de miedo. Me he acercado a ella, aun cuando el viento ha sido fuerte y persistente, y la he cerrado, sin dudar.

Ahora, más calmada, hundo la mano en el bolsillo de un significativo abrigo al que he tomado cariño y... ahora todo tiene sentido. Esas dos palabras que necesitaba, ahora las encontraré siempre ahí, pese a que tu voz me falte o jadeé por la desesperación.

"Te quiero, Leticia". - Y yo. Por encima de todo, del miedo y de la inseguridad.
Déjarme decirte, que estas lágrimas son de inmensa felicidad y de ese pequeño sentimiento que rara vez aparece en mi cabeza, tamborileando dulces canciones de paz y serenidad: tranquilidad.
Te quiero.

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